¡Hola! Seiiti Arata. Por favor no me etiquetes. ¿Alguna vez has sido etiquetado y has sentido lo horrible que es ser mal entendido? Cada vez que etiquetamos a alguien, perdemos mucho sobre esa persona.
Había una niña, Amy, de dos años, que llegó a la sala de emergencias con su madre, muy preocupada. Amy tenía dolor de estómago, que podría ser sólo una pequeña molestia digestiva. La madre de Amy estaba tan preocupada y nerviosa que los médicos empezaron a prestarle más atención a ella, en vez de a la paciente real, Amy.
La madre parecía el tipo de persona que reacciona de forma exagerada.
Por lo tanto, Amy fue examinada rápidamente, y el personal médico le dijo a su madre que la llevara de vuelta a casa, porque todo estaba bien. Pero no era así.
Al día siguiente Amy todavía tenía dolor, y su madre estaba aún más nerviosa y preocupada, y se fue de nuevo al hospital, pidiéndole al personal que le realizara más exámenes.
Esto es cuando el personal médico se mira entre sí, suponiendo que ella era una “viajera frecuente” – un término despectivo para etiquetar a las personas hipocondríacas. Las personas que son etiquetadas como viajeros frecuentes no son tomadas en serio por el personal médico. Una vez más, le dijeron de irse a casa y esperar.
Al tercer día, la historia se repitió, y una vez más Amy y su madre fueron etiquetadas como viajeras frecuentes. Así fue como Amy murió.
Esta historia la encontré en el libro Sway: The Irresistible Pull of Irrational Behavior, de Ori y Rom Brafman.
Y siempre me recuerda lo mucho que etiquetar cosas puede dañar nuestra función cognitiva y la cantidad de dolor que puede causar.
Etiquetar = confirmar nuestras impresiones
Cuando ponemos una etiqueta a alguien, solemos aplicar un conjunto de expectativas a todo lo que vemos hacer. Caemos en el sesgo de confirmación. Nos creamos historias en nuestras mentes para confirmar nuestros prejuicios. Buscamos confirmar nuestras impresiones, y dejamos de lado información contradictoria.
Obviamente, también es importante la identificación de patrones y pistas a la hora de tomar decisiones rápidas y evitar daños, pero tenemos que tener en cuenta que quizá nos equivoquemos en esa evaluación instantánea. Por eso me gusta practicar el desapego de mis perspectivas y permanecer abierto a recibir más información.
Cambiamos constantemente
Cuando les pido: “Por favor no me etiquetes”, en realidad estoy tratando de decirles “Hey, puedo cambiar constantemente.” ¿Recuerdas el último vídeo, cuando hicimos el ejercicio de mirar a nuestro pasado y lo mucho que hemos cambiado?
Puedo cambiar todo el tiempo. La persona que ves aquí y ahora, será diferente en el futuro.
El mejor cumplido que recibo de mis viejos amigos es “¡Vaya, ahora eres muy diferente!” ¡Me encanta eso! Quiero crecer, quiero llegar a ser más maduro, una mejor versión de mí mismo. Si digo algo estúpido hoy, espero que pueda ser menos estúpido mañana, de igual manera me gusta pensar que hoy soy menos estúpido que ayer.
En el episodio anterior nos centramos en el cambio personal. Te conté mi historia, y si recuerdas lo que compartí contigo, uno de los cambios con los que estoy más contento es que me estoy volviendo más desapegado de mis conceptos sobre qué es lo correcto. Esto se debe a que me he hecho más consciente de que estaba etiquetando a los demás.
Cuando empecé mi trabajo con diferentes tipos de capacitación, quería ayudar en todo lo posible. Pero esto me hizo etiquetar a todos los de mi alrededor con un conjunto fijo de reglas sobre de qué tipo de personas eran, lo que estaba mal en ellos y cuál era mi solución para ellos. ¡Una idea horrible! Si alguna vez has intentado darle un consejo a alguien, sabes de lo que estoy hablando.
No me etiquetes. Una vida sin etiquetar a los demás
Entender que la gente está bien es algo muy liberador, porque me gusta pensar que ahora puedo verlos mejor por quiénes son y tengo relaciones más significativas con ellos.
Me di cuenta de que las etiquetas a menudo causan más mal que bien, porque son imágenes falsas, excesivamente simplificadas, y fijas en el tiempo. Las personas cambian a medida que crecen y ganan experiencia de vida.
Esto es lo que deseo para ti, amigo mío. “Por favor no me etiquetes” es más que una petición. Es un regalo que me gustaría ofrecerte para que experimentes.
Cuando etiquetamos a alguien, aumentamos nuestro riesgo de percibir erróneamente lo que realmente son, y esto puede dar lugar a malentendidos.
Para mejorar la comunicación con los demás, debemos darnos cuenta de los prejuicios y etiquetas que les asignamos. Abandonando estas suposiciones y centrándonos en el momento presente, podemos mejorar nuestras relaciones. Esto es desarrollo personal.